Una rosa en el vagón

  • Este es un breve relato de ficción en recuerdo de las víctimas de los trágicos atentados del 11-M

Como cada mañana, llegó al viejo banco del andén en el que solía esperar la llegada del próximo convoy. La temperatura era lo suficientemente agradable para vestir manga corta, y el cielo azul daba la bienvenida a los primeros rayos de sol.

Pese a lo placentero de la situación, el ritmo hasta ese momento había sido frenético. El maldito despertador había sonado quince minutos tarde, y todo se había puesto cuesta arriba. La camiseta que se iba a poner de Estopa -sin duda su grupo favorito- estaba algo arrugada, pero le daba un poco igual. Para colmo, mientras se lavaba la cara para quitarse las legañas que aun adornaban sus ojos, el tostador había decidido calcinar la rebanada de pan que acompañaba al amargo café. Las prisas ni siquiera le habían dejado repasar la actualidad deportiva en el As.

Rosa en el vagon

Todo eso no importaba ya. Porque por fin había llegado allí. En el mismo lugar de siempre. Donde valía la pena estar. Donde pasaba el mejor momento del día. En el que intercambiaba tímidas miradas con aquella joven desconocida, que le solía dirigir furtivas sonrisas entre la muchedumbre. Todo antes de que cada uno cogiera su línea, y soñara despierto antes de llegar a su malpagado trabajo como becario.

En esta ocasión, sin embargo, todo fue distinto. Se decidió a dar el paso. Antes de entrar en la estación, compró una rosa en la floristería de la esquina y, cuando la vio, se la entregó dulcemente junto a una modesta tarjeta con su número de móvil.

Ella la aceptó elegantemente, y rápidamente se dio la vuelta para dirigirse al vagón que acababa de abrir sus puertas, sin separar sus mirada de los ojos de él. Minutos después, todo cambió. Aquel ensordecedor estruendo que dejó atónitos y descolocados a todos los presentes. Fue imposible conocer el más mínimo detalle hasta horas después. Todas las informaciones resultaban contradictorias.

Los días posteriores, se dedicó a devorar todos los diarios, intentando encontrar una explicación a lo inexplicable, queriendo conocer una verdad que nunca se desvelaría del todo. En realidad, lo único que deseaba era volver a disfrutar de la sonrisa de aquellos labios con pintalabios rosa.

Aun hoy, diez años después, se sigue acercando cada mañana a la estación, para mantener fresca en su memoria aquel adorable rostro, con la esperanza de volver a sentir el entrañable amor que trágicamente le fue arrebatado un 11 de marzo.

Nota del autor: Este relato ficticio -que llevaba mucho tiempo dando vueltas en mi cabeza pero que no acababa de ver la luz-, es un sencillo homenaje a todas las personas que se vieron afectadas por los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Especialmente a las 192 víctimas que perdieron la vida, así como a los heridos que lograron sobrevivir.

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Photo credit: recurso propio de imagen tomado en la ciudad de Alcantarilla (Región de Murcia)

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